José Álvarez Icaza, hombre pleno ahora en la Plenitud

La madrugada de este 26 de noviembre falleció don Pépe Álvarez Icaza, Acompañado del amor de su esposa Luzma y todos sus seres queridos. Ahora camina anchamente por otros senderos y veredas, junto a las y los grandes que le precedieron o acompañaron en su travesía por este mundo; las utopías que alimentaron su vida al servicio de una sociedad y una iglesia más justas y solidarias, ahora las vive sin límites, acompañado del amor entrañable que se ha llevado de todas y todos.

Fundador del Centro Nacional de Comunicación Social (Cencos) y comprometido luchador social, precursor de la defensa de los derechos humanos en México. Hombre de fe, maestro y amigo siempre cercano a las causas de los pobres, nos ha legado un testimonio de vida en plenitud y rectitud.

Él y Luz fueron presidentes latinoamericanos del Movimiento Familiar Cristiano, en tiempos de la realización del Concilio Vaticano II, al cual asistieron como auditores laicos, siendo decisivo su aporte a la Constitución Pastoral sobre la Iglesia en el Mundo (Gaudium et Spes) y al Decreto sobre los Medios de Comunicación Social (Inter Mirifica), de cuyas orientaciones nace la motivación para crear, en 1964, el primer centro de comunicación social al servicio de la Iglesia católica: el Cencos. En el 68 la organización se separó de la jerarquía católica ante su silencio por la represión y para apoyar al movimiento social. Así “desde la independencia Pepe, Luzma y Cencos establecieron las pautas que luego adoptaría el movimiento de derechos humanos”, explica Sergio Aguayo. Desde entonces, inició su lucha por la defensa y protección de los derechos humanos en México y América Latina.

Don Pépe murió a los 89 años de edad, con una reconocidísima trayectoria y frutos abundantes de justicia, compasión y vida. en 1996 reicibió el Premio Sergio Mendez Arceo (1996) y el Premio Compartir (2001) en el que le reconocían su liderazgo social.

Los días hoy y mañana, se le celebra y acompaña en las instalaciones del Cencos, su casa, ubicada en Medellín 33, Col. Roma, entre Puebla y Sinaloa.

Líder social, cristiano comprometido, abuelo, padre, esposo, compañero en la utopía del Reino, nos deja con la profunda esperanza de seguir sus huellas

Adiós y gracias, laico mexicano,
tatarabuelo en estos afanes y utopías
por otro mundo más justo, más humano,
y por una Iglesia más digna y coherente
con su identidad
de ser seguidora de Jesús
al servicio de la justicia, la compasión y la vida.
Aquí seguimos tras tus huellas,
por otros rumbos, otras veredas,
pero hacia el mismo camino
de la utopía del Reino.
Adiós y hasta luego,
ya nos veremos
en la Plenitud de todo aquello
por lo que luchaste acá
y donde juntos seguimos
los y las que también queremos
seguir Creyendo y Esperando.
Amén.
Jaime Laines (teólogo)

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