Recibe obispo Vera premio por defender derechos de migrantes

Obispo Saltillo
En la marcha con antorchas, el obispo Raúl Vera estuvo acompañado por Siri Gloppen, presidenta del Comité Ratfo

El obispo de Saltillo, Raúl Vera López, recibió la noche del domingo, en Noruega, el premio de derechos humanos de la Fundación Rafto; el obispo mexicano de 65 años, dijo que las palabras muerte, miedo e impunidad, son, por desgracia, el vocabulario que impera hoy en México tras una guerra que estimó, ya supera los 30 mil muertos.

Bergen, Noruega.- El obispo de Saltillo, Raúl Vera López, recibió la noche del domingo el premio de derechos humanos de la Fundación noruega Rafto, en una afable ceremonia marcada por elogios y admiración a un hombre de integridad moral que defiende a los migrantes que atraviesan nuestro país en su peregrinaje por llegar a Estados Unidos.

La tragedia que desde el 2007 miles de trabajadores centroamericanos están sufriendo al ingresar a México en busca de “el sueño americano”, al ser víctimas de secuestros, extorsiones, abusos sexuales, tráfico de venta de órganos y reclutamiento forzado por los distintos cárteles de la droga, con la complicidad de oficiales del Estado, es el detonante que ha llevado a este prestigiosa fundación de derechos humanos a poner la mirada en el trabajo y la lucha del obispo de la diócesis de Saltillo.

“Sin importarle el riesgo que corre su vida, don Raúl, es un faro de esperanza e inspiración para los pobres y excluidos, y trabaja por cambiar esta tragedia. Denuncia, pues sabe que guardar silencio es tomar partida por el opresor”, dijo, al entregarle el premio, Siri Gloppen, presidenta del Comité Rafto, en una ceremonia realizada en el Teatro Nacional de Bergen.

“El obispo Vera, comparte la preocupación del gobierno por el poder y la violencia de los carteles de la droga, pero critica los métodos de utilizar fuerzas militares para tareas policiales, aumentando la violencia, en una lucha que desde que inició el presidente Calderón se ha cobrado más de 28 mil vidas, deteriorando los derechos humanos en México”, añadió Gloppen, ante el asombro de un público que vive una realidad completamente distinta.

Si en nuestro país se estima que se concluirá el 2010 con más de 11 mil asesinatos, Noruega no supera los 30 muertos al año por violencia.

Al subir al escenario para recibir el diploma del Premio Rafto, el obispo mexicano de 65 años, destacó que las palabras muerte, miedo e impunidad, son por desgracia, el vocabulario que impera hoy en México tras una guerra que estimó, ya supera los 30 mil muertos.

Criticó la lucha a muerte contra los narcos, porque dijo: “Al ser asesinados los miembros de las bandas criminales, trátese de grandes capos o de mandos medios, se llevan a la tumba testimonios contra funcionarios o empresarios, que son sus cómplices.

Reconoció que el galardón le provoca sentimientos de alegría y dolor:

“Sé que esta distinción no hubiera sido posible si México no estuviera lacerado por la violencia, la impunidad con la que actúa la delincuencia, una procuración de justicia ausente, y la complicidad de los distintos niveles de gobierno que, por obra u omisión, han facilitado esta situación generalizada que mantiene a mis compatriotas sumidos no sólo en miseria, sino ahora también en la incertidumbre de no saber si habrá un mañana”, dijo el sacerdote dominico.

Recordó la impunidad que impera en la administración de justicia en México, para lo que puso como ejemplo un periodo de seis meses entre 2008 y 2009 donde sucedieron 9,758 secuestros de migrantes, que quedaron impunes.

Ante la tragedia humanitaria, que dijo está viviendo nuestro país: “La Fundación Rafto se pudo haber equivocado en elegir a la persona adecuada para su Premio 2010, pero no se equivocó en elegir a México para denunciar ante la comunidad internacional la terrible situación de violaciones sistemáticas a los derechos humanos”.

La ceremonia celebrada en un majestuoso edificio de finales del siglo XIX, contó un repertorio musical compuesto por seis de las mejores bandas noruegas pasando de la música popular, a la clásica, el jazz y el pop.

Al finalizar la ceremonia, el público, compuesto por universitarios, directores de instituciones o empresas nórdicas que apoyan a esta organización no gubernamental, un puñado de mexicanos residentes en Noruega, el equipo de la Fundación Rafto, y el obispo Vera, salieron a la plaza que está frente al teatro, en el corazón de Bergen, para realizar una marcha con antorchas encendidas, que se ha hecho una costumbre tras la entrega del premio; y que según sus organizadores, es un símbolo de que la luz y el fuego se han encendido para encontrar juntos soluciones a la violación de los derechos humanos.

Bergen, considerada una de las ciudades más hermosas de Noruega, fue también una iluminación de elogios para la labor del obispo, a quienes muchos despidieron diciéndole:

–Lo veremos en Oslo el próximo año–, como le dijo un sacerdote luterano de Bergen.

La Fundación Rafto, que ha premiado a defensores de los derechos humanos anualmente desde 1987, y que es asesora de la Fundación que otorga el Premio Nobel de la Paz, ya ha concedido su premio a cuatro personalidades que después han recibido el Nobel de Paz que se otorga en Oslo: la birmana Aung San Suu Kyi, el timorense José Ramos-Horta, el surcoreano Kim Dae-jung y la iraní Shirin Ebadi.

Por la mañana del domingo, Raúl Vera, había celebrado una misa en la única iglesia católica que hay en Bergen; la mayoría de la población noruega sigue el movimiento protestante del luteranismo.

A pesar de que la ciudad despertó con la primera nevada del año, el templo de San Pablo, estaba lleno de fieles que con sus niños que habían ido a celebrar y escuchar que “los católicos están llamados a proteger la vida humana, promover la dignidad y defender a los que son pobres”, como dijo el obispo mexicano en su sermón.

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